Refugio natural en las montañas de Coahuila

Ana Cecilia Garza y César Guerrero, los fundadores y líderes de la firma S-AR con sede en México, describieron la residencia como un hogar diseñado para contemplar la majestuosidad de la montaña y para cultivar un vínculo profundo con el entorno natural. La casa se encuentra estratégicamente ubicada en la región central de la sierra de Arteaga, en el límite entre Coahuila y Nuevo León. Fue edificada pensando en una familia proveniente de Monterrey que tiene un fuerte gusto por la actividad física al aire libre y disfruta explorando la naturaleza en excursiones. Además, son amantes y coleccionistas de arte. “El proyecto trata de conjugar estos intereses en un solo lugar”, comentó César.

La casa de campo cuenta con una extensión de 286 metros cuadrados y adopta una configuración rectangular espaciosa. La propiedad se divide en tres secciones que delimitan áreas cerradas y diversos servicios ubicados de un extremo a otro. Además, en el centro se encuentra un espacio social abierto que rodea la chimenea. Ana Cecilia mencionó que todos estos compartimentos están enlazados con una terraza que ofrece vistas al paisaje montañoso. Esta terraza se conecta mediante una secuencia de vigas y estructuras, creando un efecto de marcos. Varios patios están estratégicamente diseñados para aprovechar al máximo la iluminación natural en el interior. El patio más grande conduce a la cubierta superior de la casa, que funciona como un mirador proporcionando una vista panorámica de 360 grados.

“La terraza prácticamente ocupa la mitad de la casa. Hay una intención de dejar pasar el paisaje de forma muy honesta, tal como es la realidad. Pasan la montaña, los pinos y el cielo, pero también la luz o la oscuridad y la humedad de la noche. Entran además los sonidos de los pájaros y del viento”, destacó César.

La estructura de esta vivienda se define por su diseño de líneas simples y sofisticadas. Su arquitectura se distingue por incorporar un concreto duradero y de fácil conservación, el cual se combina armónicamente con elementos de acero, aluminio y vidrio.

“Usamos principalmente los tonos naturales de los materiales. Como el principal fue el concreto, la vivienda es gris. Hay matices, tonalidades y texturas diferentes que los propios procesos constructivos del concreto aparente aportan a la obra y se reflejan en su carácter. Están ahí como un registro del trabajo, de la transformación de la materia misma y del tiempo dedicado a edificar. Más que buscarles un color a los proyectos, queremos darles una personalidad y generar una atmósfera”, comentó Ana Cecilia.

La casa está frente a una imponente montaña cuya piedra gris es parecida a la que se emplea para producir el concreto en esa área. La labor de los arquitectos en este lugar apartado consistió en garantizar que no se causara ningún efecto adverso y en desarrollar una estrategia de diseño y logística eficiente para el traslado de materiales y personas.

“Para nosotros es muy importante entender el lugar y potenciarlo con la arquitectura. La casa de campo responde y pertenece a ese lugar que nos dictó su orientación, tamaño y altura. Después organizamos el programa dentro de estas observaciones y experiencias que tuvimos al visitar el sitio por primera vez”, comentaron Cecilia y César.

Esta casa de campo sirve simultáneamente como un refugio y un punto de observación. Su diseño fue ideado para crear una sensación de libertad y establecer una conexión profunda con el entorno. Esta conexión íntima entre el residente y su alrededor se fortalece constantemente, lo que permite prolongar las estancias en la casa y brinda un ambiente propicio para diversas actividades, tales como ejercicios, concentración, meditación y relajación.

Fuente: www.admagazine.com

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