Situado en la transición entre el río Sacramento y la Sierra de Nombre de Dios, este pabellón para eventos corporativos se concibe como un refugio que enmarca su entorno natural. La estructura se asienta en la falda de un cerro, aprovechando un terraplén elevado y elementos preexistentes —como árboles maduros y un muro de mampostería— para potenciar las vistas panorámicas hacia el paisaje de Chihuahua.
La Retícula de Concreto: Una Secuencia de Sombra y Luz
El proyecto se organiza a través de una cuadrícula de marcos de hormigón que sostienen las cubiertas, creando una sucesión de patios y áreas sombreadas. En estos espacios, la interacción entre la luz, el viento y la vegetación adquiere un rol protagónico, ofreciendo a los visitantes una experiencia sensorial que invita a la desconexión y al descanso.
Materia Prima: Mimesis y Temporalidad
El concreto es el material central y se presenta en diversos formatos para lograr una estética atemporal. Los elementos estructurales colados en el sitio fueron pigmentados en tonos tierra para fundirse con el terreno, mientras que las piezas prefabricadas conservan su color natural. Esta combinación busca crear una atmósfera cálida que se mimetice cromáticamente con la geografía del lugar.
Biodiversidad y Confort: La Capa Vegetal Evolutiva
Con el fin de optimizar el confort térmico y fomentar la ecología local, se integró una paleta vegetal que combina especies desérticas, de bosque de encino y de galería. Esta biodiversidad está diseñada para madurar con el tiempo, creando una capa natural viva que envolverá y protegerá el pabellón, integrándolo aún más en su contexto biológico.
Permanencia: La Expresividad del Volumen bajo la Luz
La obra se define como una pieza arquitectónica duradera, diseñada para resistir el paso del tiempo. Su diseño rinde homenaje a la esencia del entorno sonorense, utilizando el juego de luces y sombras para resaltar la fuerza y la expresividad de sus volúmenes sólidos.
Arquitectura que Permanece y Evoluciona
En definitiva, el Pabellón Materias Primas trasciende su función como espacio de eventos para convertirse en un ejercicio de honestidad arquitectónica. A través del uso crudo del concreto y una estructura que prioriza el vacío y la luz, el proyecto logra capturar la esencia del desierto chihuahuense. Es una obra que no intenta imponerse, sino que elige madurar junto con su entorno, garantizando una permanencia que celebra tanto la solidez de la materia como la fragilidad de la naturaleza que la rodea.
Fuente: www.archdaily.mx
