La residencia Sabino 10 redefine sus límites espaciales en un terreno angosto al maximizar las vistas disponibles. A primera vista, presenta una fachada sólida compuesta por tres volúmenes herméticos, pero su interior cuenta una historia diferente. Se expande visualmente, optimizando el área del terreno y brindando una sensación de amplitud inesperada.

Los espacios se distribuyen en tres volúmenes independientes que invitan a disfrutar del clima templado de la zona, llevando las actividades cotidianas hacia el exterior, hacia un patio central, siguiendo la tradición de las casas queretanas.

El diseño en planta adopta una forma de «L» e incluye áreas como la sala de estar, comedor, cocina, dormitorios y servicios, junto con un estudio con acceso independiente desde unas escaleras escultóricas en el patio. Además, un volumen de doble altura sin un propósito específico complementa el diseño.

Los distintos volúmenes se disponen como grapas que forman el patio central, al cual toda la residencia se abre, generando una sensación de apertura visual. Para mantener muros sin interrupciones, los espacios de almacenamiento y los baños se sitúan detrás de lambrines de nogal.

Hacia el patio, los volúmenes se perciben como masas monolíticas en voladizo que descansan sobre canceles corredizos guardados dentro de los muros, ampliando la visión. Por otro lado, la cocina-comedor se convierte en el epicentro contemporáneo de la casa, donde tienen lugar las reuniones y actividades familiares.

La selección de materiales como concreto, madera y mármol crea un lenguaje uniforme y minimalista, reduciendo al mínimo la paleta cromática. El suelo es un plano continuo, mientras que el álamo plateado en el patio central añade una nota de calidez natural.

Sabino 10 se basa en la importancia de los recorridos y el uso de volúmenes esbeltos para abrirse completamente en su terreno, generando una sensación de amplitud y calidez para sus habitantes.