Casa Engawa: Un Legado del Siglo XIX en málaga

En el lugar donde las hendiduras en el suelo fértil muestran las rocas subterráneas, se alza una modesta y sencilla casa construida a finales del siglo XIX. La impresionante modestia de su apariencia supervisa el panorama agrícola y se conecta con él al abrir sus ventanas al paisaje circundante.

Una antigua vivienda, que ha sobrevivido durante más de cien años, carece de instalaciones sanitarias adecuadas, tiene espacios interiores poco saludables debido a la falta de ventilación, sufre problemas de calidad del aire interior debido a la humedad ascendente, no dispone de medios para mantener el calor durante los meses más fríos y plantea preocupaciones en términos de seguridad. En conjunto, estas condiciones hacen que esta estructura antigua sea inadecuada para su ocupación.

Sin embargo, la sólida relación entre la arquitectura y el propósito de la estructura con el entorno rural, la presencia de un tipo de bloque de piedra comúnmente conocido como Cantilla en sus paredes de carga (utilizado en la construcción de las naves de la Catedral de Málaga en el siglo XVIII), la consideración de la memoria histórica y paisajística, así como el deseo de preservar el patrimonio rural que lamentablemente está siendo olvidado, inspiran y alimentan la preocupación del arquitecto por no permitir que esta construcción, que humildemente representa la historia de una comunidad tenaz que ha contribuido silenciosamente al desarrollo económico de la comarca de la Axarquía, caiga en el olvido.

La intervención en el interior implica la restauración estructural de una cubierta que estaba al borde del colapso debido a la deformación de las vigas de madera que la sostenían, ya que estaban debilitadas por la carcoma. Se ha diseñado una subestructura de hierro para brindar soporte a estas vigas. En el interior de la vivienda, se ha mantenido la disposición original, centrándose en la renovación de los espacios mediante la utilización de materiales que se integran perfectamente en un ambiente atemporal y que conviven con los elementos restaurados.

En las áreas del baño, el pasillo y el dormitorio, las paredes están revestidas con azulejos catalanes de 14×28 cm, que se extienden hasta una altura de 2,10 metros (la altura de las puertas) creando una especie de revestimiento vertical que proporciona un ambiente acogedor al usuario.

El patrón de estas placas experimenta un cambio en el baño, donde sus dimensiones se modifican a 5×25 cm en el mobiliario del lavabo y en la pared, con el propósito de resaltar su utilidad. Además, se utilizan azulejos cerámicos vidriados de color negro para señalar las áreas húmedas, como la bañera y la encimera de la cocina. Los suelos están hechos de baldosas de barro que se limpian mediante raspaduras y lijados antes de aplicarles una capa de resina protectora.

Las paredes se revisten con mortero de cal natural blanca, lo que crea un ambiente saludable que permite la transpiración de las paredes y previene la acumulación de humedad. Estos materiales cerámicos contribuyen al control térmico interior, proporcionando frescor cuando se encuentran en áreas sombreadas durante el clima cálido y conservando el calor acumulado en las paredes durante el clima frío.

El área en la parte oriental de la vivienda alberga las funciones nocturnas y privadas, como el baño, el vestíbulo y el dormitorio. Mientras tanto, la sección hacia el oeste comprende las áreas más públicas, como la sala de estar o taller y la cocina. Esta distinción entre espacios, usos y funciones se acentúa aún más mediante un diseño interior que se centra en la creación de ambientes donde los materiales, la iluminación y la comodidad térmica envuelven al usuario, llevándolo a un viaje introspectivo de ritmo pausado. Este viaje sensorial promueve la sobriedad, la tranquilidad y la sensación de bienvenida, invitando al usuario a reflexionar y contemplar el espacio y el tiempo de una manera tranquila.

Fuente: www.archdaily.mx

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